Imposible para Dios
Por Mario Rodríguez Bernier
Según la creencia popular tradicional es imposible para Dios salvar a muchas personas que debido a su libre albedrio han decidido, por su desobediencia, irse al infierno. Se dice que Dios no puede hacer nada pues él ha dado libre voluntad a cada ser humano y por lo tanto depende del hombre y no de Dios su salvación.
Pero esa equivocada interpretación de las escrituras tiene su origen en la mala traducción de ciertas palabras que la mayoría de las traducciones o versiones bíblicas traducen de forma errada. Palabras como eterno, siglo, mundo, infierno permanecen y se siguen traduciendo de forma equivocada del griego y del hebreo con la venia de muchos traductores que conociendo el error prefieren continuar perpetuándolo. La doctrina del castigo eterno es una verdad, solo irrefutable, a la luz que ofrecen las traducciones bíblicas actuales, pero una total y vil mentira a la luz de los originales griego y hebreo.
Mat 19:26 Y mirándolos Jesús, les dijo: Para los hombres esto es imposible; mas para Dios todo es posible.
Cristo dijo: “Para Dios todo es posible”, pero será: ¿Qué usted lo cree? Verdad que no: Él no puede salvar a la mayoría de los hombres y como consecuencia ellos serán torturados eternamente en las llamas que nunca se apagan del infierno y Dios, simplemente no podrá hacer nada, le tocará mirar impávido, mientras millones de seres humanos, creados por él, sufrirán un destino cruel porque Dios les dio un libre albedrio para su propia perdición. ¿Se siente usted cómodo con esta interpretación, que durante siglos le han cizallado en su mente?
Pero acerquémonos mas al escenario del horror: Millones y millones de vidas humanas, por las cuales Cristo dio su vida y el diciendo “consumado es” cuando en realidad el trabajo no dependía de él sino de la decisión final del hombre. Imagínese cuanta frustración para el Señor.
Porqué no nos ponemos serios y analizamos realmente que dice la escritura. Analicemos el texto siguiente:
Mat 11:27 Todas las cosas me fueron entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre, ni al Padre conoce alguno, sino el Hijo, y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
Vio bien el texto anterior dice: y aquel a quien el Hijo lo quiera revelar.
Entonces no depende de la voluntad del hombre sino de la voluntad del Hijo y a quién él le dé la gana de revelarse, está en su total soberanía. Este texto es fiel testimonio de la soberanía del Hijo y nos sentimos tranquilos porque sabemos que su soberanía es benigna y que solo en él depende la salvación de los hombres. Pero usted ¿Lo cree? ¿Verdad que no? Y simplemente porque le tocaría abandonar su tradición apóstata que durante años le sembraron en su mente y tiene tantas raíces que le impide ver lo que la escritura dice claramente.
Pero el texto dice más: Todas las cosas me fueron entregadas, como también lo dice este texto: Juan 3:35 El Padre ama al Hijo, y todas las cosas ha entregado en su mano
Entonces es claro que los dos textos incluyen naturalmente todas las cosas necesarias para la completa ejecución de aquel encargo del Padre que es la salvación de la humanidad; esto es, poder absoluto para que cumpla la voluntad del Padre.
Juan 6:39 Y esta es la voluntad del Padre, el que me envió: Que de todo lo que me diere, no pierda yo nada, sino que lo resucite en el día postrero.
Entonces resumiendo y concretando:
Cristo tiene el poder, dado por el Padre, de revelarse sobre cada ser humano creado desde Adán. La voluntad de salvar reposa única y soberanamente sobre él. Este tiene un encargo y es salvar a la humanidad sin que se pierda nada que le ha sido entregado a él, ya que si no habrá incumplido la voluntad del Padre que es que todos sean salvos y vengan al conocimiento de la verdad (1Timoteo 2:4).
Sería una total frustración e incongruencia para el Hijo perder alguno cuando depende de él y solo de él revelarse a cada ser humano y mucho más cuando nadie, absolutamente nadie puede resistir su voluntad (ROM 9:19, Efe 1:11 y Isaías 46:9-11) y el tiene potestad sobre toda carne: Juan 17:2 como le has dado potestad sobre toda carne, para que dé vida eterna a todos los que le diste.
Pero muchos hasta acá dirán: Cristo solo tiene compromiso solo sobre una parte de la humanidad que fueron los que el Padre les dio y con los otros no tiene ninguna obligación, veamos si esto es cierto analicemos bien los siguientes textos:
Juan 6:37 Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera.
Juan 6:38 Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió.
Juan 6:39 Y esta es la voluntad del que me envió, del Padre: Que de todo lo que me diere, no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero.
Juan 6:40 Y esta es la voluntad del que me ha enviado: Que todo aquel que ve al Hijo, y cree en él, tenga vida eterna; y yo le resucitaré en el día postrero.
Este pasaje, es muy sublime si se entiende de forma correcta, hay que entender a que se refiere el todo que ha sido entregado al Hijo lo cual se ha interpretado de dos maneras:
1. Si se refiere solo a un selecto grupo de elegidos por el Padre a los cuales el Hijo tiene el deber de vivificar ó
2. se refiere a todo lo creado en donde se incluye toda la humanidad. La masa entera, para expresarlo así, es donada o entregada por el Padre al Hijo como unidad, la que el Hijo desenvuelve, uno por uno, en la ejecución de su cometido. Pero esto es en un orden predeterminado como lo dice Pablo en este pasaje:
1Co 15:22 Porque así como en Adán todos mueren, también en Cristo todos serán vivificados.
1Co 15:23 Pero cada uno en su debido orden: Cristo, las primicias; luego los que son de Cristo, en su venida.
1Co 15:24 Luego el fin, cuando entregue el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia.
1Co 15:25 Porque preciso es que él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos debajo de sus pies.
1Co 15:26 Y el postrer enemigo que será destruido es la muerte.
1Co 15:27 Porque todas las cosas las sujetó debajo de sus pies. Y cuando dice que todas las cosas han sido sujetadas a él, claramente se exceptúa aquel que sujetó a él todas las cosas.
1Co 15:28 Pero luego que todas las cosas le estén sujetas, entonces también el Hijo mismo se sujetará al que le sujetó a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todos.
Vivificados en este orden:
1. Cristo la primicia
2. Los que son de Cristo en su venida
3. Los que están pasando por la segunda muerte (15:26)
La primera carta a los corintios 15:27 dice: Que todo fue sujetado debajo de sus pies con solo una excepción: El Padre, Entonces todo lo entregado bajo el poder del Hijo es toda la creación la cual dice la escritura que espera la manifestación de los hijos de Dios. Esta ha sido sujeta a vanidad por causa del mismo que la sujetó en esperanza, pero toda la creación (toda la humanidad incluida) será libertada a la libertad gloriosa de los hijos de Dios. (Aquí vemos en 1,2 y 3 anteriormente dicho) (ROM 8:19-21)
Además colosenses marca claramente todo lo que se le ha sujetado Col 1:16 Porque en él fueron creadas todas las cosas, las que hay en los cielos y las que hay en la tierra, visibles e invisibles; sean tronos, sean dominios, sean principados, sean potestades; todo fue creado por medio de él y para él.
Pero volvamos a Juan:
(1) “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí”, que quiere decir: “Aunque vosotros, como os dije, no tengáis fe en mí, mi misión en el mundo no será de ninguna manera derrotada o estropeada; porque todo lo que el Padre me da, infaliblemente vendrá a mí”. Obsérvese, que lo que le es dado por el Padre, está expresado en el número singular y género neutro—literalmente, “todo”; mientras que las personas que vienen a él, son puestas en el género masculino y número singular, es decir, “cada uno”. Luego es claro si se entiende con la mente de Dios que todo y cada uno, en un orden predeterminado, vendrá a él y esto es a lo que se refiere el pasaje.
En el cap. Juan 17:2, “para que dé vida eterna a todos los que le diste”. Este futuro de indicativo “vendrá” expresa la gloriosa certidumbre de ello estando comprometido el Padre a tener cuidado de que el donativo no sea una burla hueca y quede sin efecto.
(2) “Y al que viene a mí, no le echo fuera”. Así como el anterior fue el lado divino, así éste es el lado humano de la misma cosa. Los “vinientes” (participio presente en el original griego) de la segunda cláusula, no son sino los “dados” de la primera. Pero si nuestro Señor hubiera dicho meramente: “Cuando aquellos que me hayan sido dados de mi Padre, vengan a mí, yo los recibiré”, además de ser muy insulsa, la impresión producida habría sido del todo diferente, sonando como si no estuvieran en operación otras leyes o los decretos del Padre no estuvieran vigentes, en el movimiento de los pecadores o la humanidad caída hacia Cristo, mientras que, aunque habla de ello como una sublime certidumbre que aunque el hombre se negara esto no lo pueden frustrar, habla de aquella certidumbre como que tiene efecto sólo en los acercamientos voluntarios de los hombres a él y en la aceptación de él: Al que a mí viene, “quienquiera”, abriendo la puerta de par en par. Sólo que no es simplemente los “deseantes”, sino los verdaderos “vinientes”, los que él no echará fuera (respecto a las dos cosas anteriores, el lado divino y el lado humano de la salvación) la voluntad del que me envió”. Lo que es esta doble voluntad del que le envió, se nos dice en seguida sublimemente (vv. 39, 40). Y ésta (en primer lugar) es la voluntad del que me envió: Que todo lo que (toda cosa) me ha dado (tiempo perfecto en el original) no pierda de ello, sino que lo resucite en el día postrero. El sentido, naturalmente, no es que él esté encargado de guardar los objetos a él confiados en el estado como los recibió, de suerte que no sufriesen nada en sus manos. Porque como no eran sino pecadores “perecientes” de la familia de Adán el dejar que “no se pierda” “nada” de los tales, sino “resucitarlos en el día postrero”, tiene que envolver, primero, dar su carne por ellos, para que no perezcan, mas tengan vida eterna”; y entonces, después de “guardarlos para que no caigan”, levantar su polvo dormido en incorrupción y gloria, y presentarlos, cuerpo y alma, perfectos y enteros, sin que nada falte, a aquel que se los dio, diciendo: “He aquí, yo y los hijos que me ha dado Dios”. Tanto, pues, en cuanto a la primera voluntad del que le envió, el lado divino de la salvación del hombre, de la cual cada etapa y todo movimiento son para nosotros inescrutables, más infaliblemente seguros. “Y ésta”—en el segundo lugar—“es la voluntad del que me envió: Que todo aquel que ve al Hijo y cree (o está viendo al Hijo, en griego en tiempo presente) en él, tenga vida eterna, y yo le resucitaré en el día postrero. Este es el lado humano de la misma cosa como en el versículo anterior, y que corresponde a “al que a mí viene, no le echo fuera”; quiere decir, “lo tengo expresamente en cuidado que todo el que así ve al Hijo de tal modo como para creer en él, tendrá la vida eterna; y, para que nada de él se pierda, “yo le resucitaré en el día postrero”.
En resumen cada ser humano creado desde ADAN tendrá que venir donde el Hijo y reconocerle como el SEÑOR y entonces gradualmente cada ser humano será reconciliado con Dios pero esto será en varias etapas, en este momento solo un pequeño grupo (la iglesia) está siendo llamada por el Padre para reinar con su Hijo y ejercer a la vez el ministerio de la reconciliación que tendrá su máxima expresión en las edades de las edades (mal traducido siglos de los siglos). Las demás personas tendrán que pasar por la SEGUNDA MUERTE (metafóricamente llamada lago de fuego).
Apo 5:13 Y a todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos.