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  La politica y el evangelio
 

La política y el evangelio

 

Hace algunos años, debido a mis inclinaciones políticas de izquierda, producto de haber crecido en el seno de una familia cuyo padre era ateo y socialista, pensaba que la iglesia estaba llamada a tomar partido por lo social, por los desvalidos, por cambiar el orden en este mundo.  No tenía en cuenta que el problema no son los sistemas políticos, que el asunto no es de ser de izquierda, liberal o conservador. No señores el corazón del problema es precisamente el corazón humano que está corrompido por el pecado. El ser humano que como rey Midas  invertido, todo lo que toca lo vuelve basura.

Hoy se que Dios no está intentando traer cambios al hombre mediante un proceso político o revolucionario. En ninguna parte del nuevo testamento se exhorta o hay un mandamiento a aspirar a un gobierno o a cambiar un gobierno por medios externos. En las exhortaciones solo encontramos la de obedecer a las autoridades (Romanos 13:1-2) y orar por ellos (1Timoteo 2:1-2). En ninguna parte Jesús alienta la participación en política. En ninguna parte habla de legislación social o legislación política, ¡no! Se habla es del poder de la cruz y de la resurrección de Cristo, el cual es el poder que va a cambiar los corazones de los hombres y es el poder que va a cambiar la forma de vivir. Es cierto que nosotros como ciudadanos tenemos ciertas responsabilidades y derechos pero no debemos olvidarnos que nuestra ciudanía es del cielo (filipenses 3:20) de donde esperamos un salvador o libertador. Ciertamente Dios tiene un propósito para la autoridad y utiliza el gobierno para establecer juicios sobre los hombres (Romanos 13). Es cierto que este mundo requiere un nuevo orden, pero este no se va a lograr mediante las armas y la guerra, ni por sistemas o ideologías políticas.

El nuevo orden traído por Dios comienza primeramente a través de los hombres renovados por Dios a través de su Espíritu Santo. En la verdadera iglesia Jesucristo primero establece su reinado y gobierno en el trono de la vida de los hombres. El plan de Dios es primero establecer su trono en los corazones de los hijos de su elección impregnándolos con la mente de Cristo y forjándolo en ellos de tal manera que puedan decir como Pablo: ya no vivo yo mas Cristo vive en mí. Cristo establece su trono en ellos, los capacita, les forma el carácter y los entrena para aquello que han sido llamados. Lo mejor que puede hacer la iglesia para lograr un cambio es creer verdaderamente que Jesucristo es el Señor. Caminando en el poder de la resurrección y forjando la labor de la cruz en nuestras vidas. Eso es dejar de hacer las cosas con nuestros propios métodos y en su lugar proclamar el evangelio del reino. Esto no incluye protestar o boicotear o participar en política para traer los cambios a la iglesia, este es el método del hombre, no el de Dios.

No temáis, manada pequeña, porque a vuestro Padre le ha placido daros el reino. (Lucas12:32)

Hermanos míos amados, oíd: ¿No ha elegido Dios a los pobres de este mundo, para que sean ricos en fe y herederos del reino que ha prometido a los que le aman? (Stg 2:5)

 

En este reino su soberano sostiene y tiene cuidado de cada de sus elegidos, los guarda y protege y tiene cuidado de ellos de tal forma que estos se ocupen primeramente de las cosas del reino y su justicia. En este reino no somos colombianos, somos ciudadanos del Israel celestial, blancos, rojos o azules no es nuestra casa, Colombia ni su gobierno es nuestro proveedor, no tenemos el privilegio que eso le corresponde a Dios. Si estamos bendecidos, gracias a Dios; si estamos en tribulación. También gracias a Dios.

 

Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. (Mateo 6:33) 

 

Si las cosas van a cambiar, la justicia tiene que reinar, pero esto se dará en el nuevo orden mundial implantado por Jesucristo, en la era venidera, cuando la iglesia, sus vencedores, la gran compañía de santos gobiernen este mundo, cuando Babilonia sea derribada y entre en vigencia  el cielo y la tierra nueva:

 

Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia. (2Pedro 3:13)

 

Esto no lo entendió la multitud enfurecida que entregó a Jesús para ser crucificado,  cuando ellos prefirieron a Barrabas en lugar de Jesús. El uno, Barrabás, un opositor al régimen romano, él cual quería una nación de libre del yugo romano, Cristo, un libertador, el cual traía la libertad verdadera, el cual vino a liberarlos de ellos mismos, de sus errores, de sus pecados y de la esclavitud que este produce:

 

Y dará a luz un hijo, y llamarás su nombre) JESÚS, porque él salvará a su pueblo de sus pecados. (Mateo 1:21) 

 

Jesús les respondió: De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado.  Y el esclavo no queda en la casa para siempre; el hijo sí queda para siempre. Así que, si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres. (Juan 8:34-36) 

 

Nosotros, los creyentes, tenemos un alto llamado al reino, a la gloria y por eso Pablo aconseja no enredarnos en los negocios de esta vida, sino más bien militar conforme a lo que hemos sido llamados, sufriendo las consecuencias de dicho llamado con tal de agradar al que nos llamó.

 

Ninguno que milita se enreda en los negocios de la vida, a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado. (2Ti 2:4)

 

Este pequeño reino permanece escondido en esta  era de la iglesia y a muy pocos son los que lo hemos entendido. A los que se nos ha revelado este reino, ya no nos seduce los reinos de este mundo, y hacemos todo lo necesario con el fin de formar parte del nuevo orden o reino en donde reina la justicia, una ciudad celestial de la cual proviene nuestra ciudadanía. Es el tesoro escondido y la perla invaluable la cual nos impulsa a dejarlo y a sacrificarlo todo con tal de alcanzarlo. Es el tesoro que vale más que todo lo que tú poseas y que está prometido, no a los pusilánimes o los que juegan a ser creyentes, no, este reino requiere compromiso, requiere dejarlo todo y trabajar para hacer la voluntad del aquel que nos llamó. Este reino es arrebatado por los violentos, ya que reino sólo les abre sus puertas a los que están dispuestos a hacer tan gran esfuerzo para entrar como los soldados que están asaltando una ciudad.

 

Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan. (Mateo 11:12)

 

La ley y los profetas eran hasta Juan; desde entonces el reino de Dios es anunciado, y todos se esfuerzan por entrar en él. (Lucas 16:16)

 

El trastorno ocasionado por el reino de Dios no obedece a una provocación política o una propuesta militar; es consecuencia de la sacudida que el orden de Dios provoca en los creyentes y sus relaciones sociales, las familias, ciudades y naciones, debido a la manifestación del Espíritu Santo en la vida de la gente.

 

Palabra fiel es esta:

 

Si somos muertos con él, también viviremos con él; Si sufrimos, también reinaremos con él;   Si le negáremos, él también nos negará. ( 2Ti 2:11-13) 

 

Antes bien, como está escrito:

 

 Cosas que ojo no vio, ni oído oyó, Ni han subido en corazón de hombre, Son las que Dios ha preparado para los que le aman.

Pero Dios nos las reveló a nosotros por el Espíritu; porque el Espíritu todo lo escudriña, aun lo profundo de Dios. Porque ¿quién de los hombres sabe las cosas del hombre, sino el espíritu del hombre que está en él? Así tampoco nadie conoció las cosas de Dios, sino el Espíritu de Dios. (1Co 2:9-11)

 

 
   
 
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